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miércoles, 11 de mayo de 2016

ESTE JUEVES...RELATO

                                                  OBJETOS OBSOLETOS
Esta vez he decidido buscar en el baúl de los recuerdos un relato, que es un poco largo, -ya me disculparés- que realicé hace tiempo, basado en un molinillo de café antiguo, del cual confeccioné una pintura, que me sirvió de fuente de inspiración.


EL MOLINILLO DE CAFÉ



Laura pasaba por aquella tienda de antigüedades por quinta vez en una semana; allí un objeto llamaba su atención, un molinillo de café con un diseño muy singular: una rueda de hierro que, al girar, molía el café situado en un cuerpo esférico, y una vez molido llegaba a una caja de madera barnizada de un color sombra tostada clara. Cada día lo observaba al menos quince minutos, quieta, percibiendo sus colores, material y diseño; después marchaba triste, porque su precio resultaba inalcanzable para ella. Hacía tres meses que se le acabó el paro y sus ahorros se volatilizaron, igual que su casa, e incluso su propia persona se iba haciendo más etérea. Cada día se acercaba a los comedores de Cáritas para pedir un poco de comida con que alimentarse ella y sus dos hijos. Con cuarenta años lo tenía francamente difícil para encontrar algún trabajo, no le quedaban fuerzas ni por sus hijos. Entregó currículums por todas partes, dentro y fuera de su país; pero nada, imposible.
El acercarse a aquella tienda era como un aliciente para ella, algo a lo que agarrarse, que le devolvía la ilusión perdida. Las primeras veces se paraba con precaución, tímida, pocos minutos de observación; pero poco a poco fue ganando confianza y los minutos iban aumentando; cruzaba los brazos, buscaba la posición más cómoda y se disponía a disfrutar de aquella visión alucinante. Ni que decir tiene que el dueño de la tienda pronto se fijó en aquella mujer que un día sí y otro también se quedaba plantada en el escaparate de su tienda y no se marchaba hasta que no pasaban bien, bien, quince minutos. La miraba de reojo, porque no quería que se sintiese observada  y en consecuencia decidiera irse; pero un día resolvió solventar su curiosidad y se acercó a ella invitándola a que pasase.  Al principio se mostró reacia; sin embargo él la tranquilizó, no tenía que comprar, podía mirar con libertad. Entró con precaución, tímidamente, con la mirada fija en el suelo, sin atreverse a levantar la vista; aunque poco a poco fue ganando confianza y sus ojos se fueron posando en cada uno de los objetos de aquella tienda, como si los conociera de toda la vida, como si formaran parte de ella misma. A partir de entonces el dueño la dejaba entrar y observar su género de cerca; ella se convirtió en una habitual, se quedaba un rato y después se alejaba sin apenas hacer ruido.
Un día, cuando Laura se encontraba en la tienda, entró una clienta  y creyó que ella era la dueña, por lo que le pidió consejo sobre una pieza. Laura le siguió la corriente y le hablo de textura, olores, sentimientos que le sugería el candelabro en que se había fijado. Lo que menos  le importó a la mujer fue el precio. Cuando salió el dueño, la clienta estaba convencida e hizo una venta sin ningún esfuerzo, y se dio cuenta que fue Laura quien lo había logrado. Le preguntó cómo lo hizo y ella simplemente respondió: Le he hecho sentirla. Durante varios días comprobó cómo la clientela aumentaba y que aquella mujer conseguía sin apenas despeinarse lo que a él le costaba tanto, parecía algo innato. No tenía dinero para contratar una persona; pero decidió arriesgarse, si salía, habría valido la pena. Por supuesto que ella accedió, y su vida comenzó a cambiar, y todo gracias a aquel molinillo de café, que por fin pudo llegar a sus manos.
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20 comentarios:

Montserrat Sala dijo...

buenas noches Carmen: con la descripción tan minuciosa, has creado un clima perfecto, para que deje de ser un cuento y se convierta en una historia real. Precioso en toda su extensión. besos y salud!!!

Anónimo dijo...

Obejetos que nos dieron muchas alegrías y buen servicio en su tiempo y son cosas del pasado, hay que las guarda de recuerdo, y hay quien en el recuerdo las guarda.
Un abrazo.
Ambar

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Gracias Montserrat y Ambar. Esos objetos son maravillosos.
Un abrazo

María dijo...

Tantas personas en esas circunstancias. Sin trabajo y enviando currículum sin ninguna esperanza.

Me encantó tu relato del molinillo y uno de estos lo tenis mi abuela. Que recuerdos.

Un beso.

Pd. Tampoco se te actualiza en el momento la entrada a mi me pasa igual.

Ester dijo...

Final feliz, gracias a la sensibilidad de ella que supo captar la belleza de un sencillo molinillo de café. Los relatos se hacen largos o cortos sin importar su extension, este me lo he leido en un pis pas pero con interés. Saltos y brincos

Charo dijo...

Qué bonita historia Carmen! Recuerdo esos molinillos de café porque en casa de mi abuela había uno...lástima que cuando se compró uno eléctrico seguro que lo tiró porque no volví a verlo.
Me pregunto si la gente todavía sigue moliendo el café...
Muchas gracias por participar y por recordarnos este objeto tan bonito!

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Has hecho bien en re editar este relato. Es muy tierno!
Un abrazo

Juan L. Trujillo dijo...

En alguna de mis variadas mudanzas, desapareció un molinillo exactamente igual al de la fotografía. Desgraciada o afortunadamente , quien sabe, ahora el café, como otras muchas cosas, nos lo venden en herméticas capsulas insondables al olfato. Eso lo hemos perdido.
Nada puede explicarse mejor que aquello que se desea y se sueña. Estupendo relato.
Un beso.

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Gracias Ester, María, Neo, Charo y Juan(es un cuadro mío). La verdad es que esos objetos siempre nos traen buenos recuerdos.
Un abrazo

Juan Carlos Celorio dijo...

Creo que ya lo había leído, pero me ha dado igual, me ha gustado mucho, es un relato muy positivo y muy bien contado.
Besos.

ibso dijo...

Me hace pensar tu hermoso relato.
Cuando la vida se volvio más dura e incierta, su pasión le abrió la puerta de una nueva vida.
Un abrazo.

yessykan dijo...

Que bien la hayas reeditado. Es un gran relato que merece ser leído. Me engancho desde el principio la trama, un final de admirar, y feliz ya que tu protagonista pudo encontrar trabajo. =0)
Beso

pikxi dijo...

Nunca se sabe de donde vendrá la solución que necesitas. Es curiosa la vida y su forma de actuar. En mi casa todavía hay un molinillo de esos.
Un saludo.

Tracy dijo...

Has descrito muy bien el poder que tiene una ilusión.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Ella consiguió lo que quería.
Y tal vez el dueño del comercio logre tener dinero para contratarla.
Bien planteado.
Saludos.

Leonor dijo...

El molinillo es otro de los objetos que pensé a la hora de escribir esta semana. Es una pena que ya no tengamos la vida pausada en la que se tenía tiempo para moler el café cada vez que había que poner una cafetera. Aquel aroma era especial y el soniquete del molinillo muy característico. Hubo una canción en los años sesenta que se llamaba Moliendo café, y cada vez que yo ayudaba a mi abuela con su molinillo la cantábamos.

Un relato muy bueno.

Un beso.

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Gracias Leonor, Juan Carlos, Demiurgo, Ibso, Demiurgo, Tracy, Y pikxi. Esos objetos maravillosos que nos gustaría que siempre permanecieran a nustro lado.
Un abrazo

Mag dijo...

Esta semana no me ha venido escribir pero de todos los objetos que vais seleccionando, me he dado cuenta de que todos están aún por casa. El molinillo de café va bien para picar almendras o el pan tostado :-)

Tu historia, fantástica. Y ya ves, también estaba en el pasado y ha nacido de nuevo.

Un besazo.

censurasigloXXI dijo...

Yo todavía tengo uno que usábamos en la alquería cercana al puerto de mi tierra. me gustaba mucho el ruidito de la trituradora y el aroma que dejaba al abrir el cajoncito de madera. Qué tiempos, amiga mía...

¿Porqué demonios pensaba yo que habías dejado de escribir y no te tenía en mi lista? me ha pasado con varios amigos más. la tecnología y yo somos incompatibles :)

Hasta pronto.
Consulta mi web y llamadme cuando lleguéis, si?

Un beso.

AlmaBaires dijo...

Me encantan los molinillos de café, aún recuerdo los almuerzos del domingo en casa de mis abuelos y mi abuela moliendo el café para después... de ahí tal vez mi fanatismo por esa bebida!

Un beso.